Puedo construir, en versos, el arma más letal
de la sangre obrera contra el sistema capitalista.
Puedo construir bombas atómicas, misiles
y guerras bacteriológicas contra el cáncer
devorador de las conciencias.
Versos como: en Gaza la noche escurre sangre;
las guerras son el pan del imperialismo,
dentelladas a la yugular de los pueblos
para alimento de los vampiros;
somos carne que se compra y se vende
en el mercado; desde el vientre materno
hasta la tumba, vivimos para el trabajo.
Ni el más pequeño e inofensivo,
ni el más grande y feroz animal,
pierde su esencia, el ser humano sí.
Pero también puedo escribir otros versos,
igual de letales, como: escurre agua de rosas la noche
en los jardines de mi casa; desde el vientre materno
tengo siempre la alegría del sol en mi pecho;
el pensamiento me da la armonía de mi yo
en comunión con el yo de la naturaleza.
Y son versos igual de revolucionarios.
Evidenciar la vida hace patente cualquier muerte
de la sangre obrera contra el sistema capitalista.
Puedo construir bombas atómicas, misiles
y guerras bacteriológicas contra el cáncer
devorador de las conciencias.
Versos como: en Gaza la noche escurre sangre;
las guerras son el pan del imperialismo,
dentelladas a la yugular de los pueblos
para alimento de los vampiros;
somos carne que se compra y se vende
en el mercado; desde el vientre materno
hasta la tumba, vivimos para el trabajo.
Ni el más pequeño e inofensivo,
ni el más grande y feroz animal,
pierde su esencia, el ser humano sí.
Pero también puedo escribir otros versos,
igual de letales, como: escurre agua de rosas la noche
en los jardines de mi casa; desde el vientre materno
tengo siempre la alegría del sol en mi pecho;
el pensamiento me da la armonía de mi yo
en comunión con el yo de la naturaleza.
Y son versos igual de revolucionarios.
Evidenciar la vida hace patente cualquier muerte